Hoy tendremos una mirada a un tema de gran interés para la humanidad desde tiempos remotos: EL ORIGEN DEL COSMOS. Entonces nos encontramos hoy con observaciones realizadas por los científicos desde los mega telescopios de la NASA, en Europa, Rusia, China y como el descubrimiento de partículas han ayudado en ese tema y como los satélites artificiales que el hombre ha enviado al espacio nos asombran con sus imágenes y como la espectrometría de masas nos sorprende con sus interpretaciones del material cósmic
Algunos científicos creen que las «semillas» de la vida están diseminadas por todo el universo y los meteoritos las «sembraron» en nuestro planeta. Un estudio recién publicado expone que cuando algunos meteoritos se estrellaron contra la Tierra transportaban azúcar extraterrestre. Para evitar que los seguidores del escritor de ciencia ficción Ray Bradbury se vengan arriba, conviene aclarar que los autores de la investigación, entre los que se cuentan dos sesudos científicos de la NASA, no han encontrado un saco de azúcar de mesa, sino trazas de azúcares, como ribosa, en muestras de polvo obtenidas de dos meteoritos. En total, 11 partes por mil millones (ppmm) en el meteorito NWA 801 y 180 ppmm en el Murchison.
• Qué revela sobre el origen de la vida el hallazgo de azúcar en meteoritos
El ARN es una biomolécula presente en todos los organismos conocidos, y la ribosa es uno de sus componentes fundamentales. El ARN es responsable de copiar la información genética almacenada en el ADN y de entregar esos datos a las estructuras celulares responsables de producir las proteínas que los organismos necesitan para vivir. En otros fragmentos de cuerpos celestes se hallaron anteriormente algunos componentes básicos importantes de la vida, como aminoácidos y nucleótidos (componentes del ADN y ARN), pero nunca azúcares. Hasta ahora, el hallazgo llega 10 años después de que una página la NASA anunciara que la glicina, uno de los 20 aminoácidos que forman las proteínas y, por tanto, un ingrediente clave para la vida, había sido detectada en muestras de polvo recogidas por la sonda espacial Stardust cuando se acercó a tan solo 236 km del núcleo del cometa Wild 2. Las muestras de polvo de la cola llegaron encapsuladas a la Tierra en enero de 2006, culminando así el viaje de más de 5.000 millones de kilómetros